Yo siempre finjo, o casi siempre finjo.
¿Tú finges? ¿O siempre eres auténtico? ¿Fiel a ti mismo? ¿A tus ideologías, a tu esencia? ¿Rindes tributo a lo que realmente sos? ¿O simplemente lo ocultás detrás de un acting?
Hace un tiempo intento que mis acciones, mis decisiones y todo en mi vida estén en armonía, tengan coherencia y sigan un mismo camino. Pero a veces me dejo llevar por mis miedos, por la presión social y otras incoherencias; y termino cayendo en esa viciosa farsa, esa escena.
Siempre hay algo que se interpone entre ser yo y actuar como una completa extraña. A veces son situaciones económicas, a veces entornos, personas que nos influyen, tendencias, necesidades, miedos, momentos de debilidad, tentaciones, estrés, depresión, ansiedad e infinidad de situaciones dentro y fuera de nuestro control. Situaciones que nos entierran cada vez más, que prohíben que veamos la luz de la verdadera libertad mientras nos encandila el foco brillante de la falsa libertad que nos venden.
Artistas que ceden su creatividad y su crear a esa farsa solo para ser llamados artistas por millones de individuos. No les es suficiente con autodenominarse artistas y crear desde su esencia. No es una crítica a los artistas, es una observación. En sí, les comprendo: es difícil poder vivir del arte que se crea sin ceder parte de él, porque el arte molesta, el arte contradice, el arte hace ruido, el arte reflexiona sobre la realidad conocida, y por esas cosas muy pocos pagan. Pero por otro lado, el arte influye; por eso es manipulado, por eso se paga millones.
Artistas que promueven lo indicado, por más de que las masas los llamen artistas, en esencia traicionan al verdadero artista por la escena.
Si eres artista de cualquier rama, estoy segura de que por lo menos una vez en tu vida dijiste o pensaste: “Por esto nadie me va a pagar”, “Con esto no obtendré un beneficio económico para solventarme”. ¿Y por qué? Porque eso era el arte más puro que has creado. El arte es muy fuerte, por eso se vende diluido. No digo que todo lo demás no sea arte —sí lo es— y es hermoso y cargado de significado, pero no siempre es tu arte más puro. De hecho, la mayoría de las veces no lo es, porque siempre nos preguntamos: “¿Podrán comprender y digerir esto?” Y comenzamos a modificar y modificar, creando una puesta en escena ideal. Un poco falsa, pero en el fondo real.
Trabajando durante este año en crear mi primera exposición, me pasó esto por primera vez. Estaba escribiendo algunos textos y eran muy fuertes, muy oscuros, generaban miedo real, te obligaban a vivir lo narrado, y lo narrado era realmente mucho. Porque estaba escribiendo sin filtro lo que sentí, lo que experimenté en un momento de mi pasado. Soy consciente de que mi pasado realmente es muy cruel y muy poco digerible para la mayoría de las personas que podrían asistir.
Esa exposición aún no ha sido. Continúo trabajando en ella, pero hasta el momento no sé si diluir mis escritos o compartir mi realidad sin filtro alguno. Porque ¿qué es lo correcto como artista y como todo lo que significa ser artista? ¿Que yo empatice con lo que va a sentir mi público o que mi público empatice con mis obras y las sienta como yo las sentí? ¿Busco una escena perfecta o simplemente ser una artista genuina y fiel a sí misma? ¿Busco un punto intermedio o qué hago? ¿Qué me haría sentir una artista? ¿Una artista segura de su arte?
Creo que ambas, porque en ambas soy la artista detrás de la obra, en ambas creo, en ambas pienso, en ambas hay estrategias detrás. Ambas son una escena a ser mostrada, solo que una es más pura y la otra más adaptada al público.
No solo en el arte hay escenas. En nuestros vínculos también las hay, en nuestra rutina diaria, en las cosas que priorizamos falsamente, en cada mínima incoherencia de nuestra existencia hay escenas. No digo que estén mal, pero no estoy de acuerdo con no ser consciente al respecto. No estoy de acuerdo con seguir esa farsa sin siquiera darnos cuenta, sin siquiera cuestionarla.
En general, y en resumen, no estoy de acuerdo con ninguna acción sin conciencia de ella. No me gusta el modo avión, ni el modo supervivencia, ni el modo de encajar en el molde a la fuerza sin siquiera saberlo.
—Les invito a observarse y a observar más su vida. Que cada instante sean conscientes y, a partir de ahí, comprenderán todas sus escenas, todas sus farsas.—
Yo siempre finjo, o casi siempre finjo. Yo fingía, o casi siempre fingía.
He fingido mucho a lo largo de mi vida; fingí ser alguien que no era durante seis años, solo para sobrevivir. Eso me cambió por completo, porque una parte de quien era murió durante esos seis años. Una parte que nunca voy a poder recuperar.
Murió el miedo.
Murió el miedo a que nadie esté ahí para salvarme, porque quienes debían estar, no estuvieron. Murió el miedo a que algún día me faltaran las personas que amaba, porque esas me faltaron, y era exactamente igual o incluso mejor mi vida sin su presencia. Murió el miedo a tener que defenderme, porque me tuve que defender. Murió el miedo a no lograrlo sin aprobación, porque no había nadie para aprobar nada.
Así como esos, muchos más miedos murieron. Pero eso significa que hay nuevos miedos, porque no existe la vida sin miedos. Ahora, mi mayor miedo es lograr todo lo que me propongo, porque cuando lo logre, nada me va a distraer de lo sola que estoy. Me da muchísimo miedo no tener con quién compartir mis logros. Porque, ¿de qué sirve estar en la cima si no le puedes mostrar la bella vista a nadie? ¿Qué sentido tiene lograrlo todo, si nadie va a verlo junto a ti? Creo que la fe de que en el camino, o llegando a la cima, llegará al menos una persona para compartir esa vista, es lo que me sostiene actualmente.
En la actualidad, estoy volviendo a ser yo, a cuestionarme cada acting que he hecho, cada escena que he montado para sobrevivir. Durante esos años, perdí mi vida, perdí lo que me hacía sentir viva. En mi paz actual, estoy volviendo a sentirme viva. Es difícil, es tedioso, pero cada día que pasa creo que me está gustando y agradando quien comienzo a ser.
Porque no puedo volver a ser quien era antes de todo, porque después de todo lo que he experimentado, no puedo volver a ser la misma de antes. Pero sí puedo volver a mi esencia: a hacer las cosas que amo, vivir desde la paz, vivir desde mi creatividad, vivir desde mi arte, vivir sin tanto show y disfrutar de ser quien soy. Porque es hermoso ser yo, después de todo, y después de tanto, decir que me siento cada día un poco más lo que realmente soy, aunque no sepa definirlo, estoy aprendiendo a sentirme yo.
Sin escenas. Simplemente, desde quien realmente soy.
— Dejar de mostrar la escena y comenzar a mostrar lo que realmente es (o al menos reconocerlo). —
Thanks for reading With Tatia Loren!